miércoles, 15 de octubre de 2008

Ruta Vital

¡Necesito huir! Sólo por esta tarde. Hoy es el día en que María Terencia sale para cortar su pelo. Ya he dicho acá que quiero tener hijos. Y quiero hacerlos lo más temprano posible, un día ustedes comprenderán porque tengo prisa. Para Madre, elegí María Terencia, la caniche del piso 201. Ella ya tuvo cachorros una vez, sus hijos eran fuertes y listos, están todos vivos hasta hoy. Esto es lo que quiero, una prole fuerte, que pueda proseguir en oposición a la inevitable separación del cuerpo y el alma.
Hoy Pablo se despertó tranquilito, me parece que será fácil. Vivemos en un piso, hay solamente una puerta, conque es imposible salir sin que Pablo vea. Mi suerte es que Pablo es despistado y siempre está retrasado. Además, por la madrugada yo escondí su carpeta bajo su cama. Él sabe que cuando algo desaparece es porque yo escondí. Entonces, después de quince minutos buscando la carpeta él empieza a preguntarme: “¿Dónde está la carpeta, Puf? ¿Dónde?“ Estoy acostado en el pasillo, miro Pablo con los ojos perezosos y libres de culpa, son 8:10, él ya está veinticinco minutos retrasado, todavía no está desesperado, entonces, nada hago. Ahora él trae una carpeta igualita a la que yo escondí y me muestra: “Mira Marco Tulio, ¿Dónde está la carpeta?” Ahora si me parece desesperado. Tengo que hacerlo creer que quiero jugar. Entonces me levanto, sigo por el pasillo, atravieso el cuarto y empiezo a arañar la puerta para que él piense que yo escondí la carpeta en la cochera. Él abre la puerta y seguimos hasta la cochera. Empiezo a husmear bajo los coches. Pablo cree que la carpeta está bajo algún coche y se pone a mirar todos. En un ratito alguien abre el portalón e yo estoy libre.
Mientras yo corría por la calle oí un chillido de Pablo: “Marco Túúlio, hijo de yegua”. ¡Pobre! Sigo recto por cinco cuadras y paro cerca de la parada de autobús. Creo que en quince minutos María pasará acá junto con una chica. Mientras esperaba, vi dos gato cretinos en la orilla de la calle. Empezamos a cambiar miradas. Mi voluntad era traspasar la calle y quitarlos la vida. Sí, matarlos y comprobar que el mundo es muy pequeño para perros y gatos. Después de más algunas miradas son ellos que vienen en mi dirección con el mirar fijo en mis ojos. Como quiero ahorrar energía para María, rezo para un camión lleno de basuras bajar por la calle, desgobernado, y hacer el trabajo sucio. Esto no sucede y ellos ya están cerca. Son dos, un negro y otro gris, que habla: “ ¡Mira quien está acá, un perro de piso!” El negro añade: “Vas a ensuciarse, perrito, es mejor volver a su casa”. Estaba loco, al bote de un ataque de nervios. “Gatos estúpidos, quiero pincharlos bien despacito”. Mi pelo estaba erizado cuando miré María en el otro lado de la calle. No podía dejarla pasar por una pelea con dos felinos imbancables. Yo les dije que volvería otro día y fui a buscar María.
Troté para alcanzársela y antes mismo de decir buenos días, empecé a husmear entre sus piernas. Es la manera más directa, primitiva y sencilla de un perro mostrar a una hembra lo que quiere: ¡coger!. Ella me echó a empellones y ladridos. Entonces intenté el diálogo. Le dije que no quería solamente coger. Conté del día en el veterinario, de como la admiraba y que era, quizás, mi última oportunidad de seguir mi linaje adelante. Ella me desdeñó y después dije: “¿Husmeaste alguna basurera putrefacta? No soy suficiente loca para ayudar perros que se quedan peleando con gatos por las calles a dar proseguimiento a su descendencia”. Intenté agarrarla haciendo uso de la fuerza, pero ella clavó los dientes en mi cuello. Dolió demasiado. No quise más insistir. Cambié mi ruta y giré en la calle siguiente, donde lo peor sucedió, de súbito, yo estaba cara a cara con la perrera municipal.
No pude huir, me agarraran por el cuello y me pusieron dentro del coche junto con otros perros. No más que treinta minutos después yo ya estaba en la cárcel. ¡ Qué sitio inmundo! ¡ Qué hedor! Mi suerte es que Pablo siempre me busca acá si no me encuentra por las calles. Pero me quedaré en este pedacito del infierno por lo menos hasta las cuatro de la tarde. Me acosté en un rincón, miré alrededor y vi una perrita chucha bajo un árbol. No es guapa, pero me parece fuerte y simpática. Ya que María no quiso y lo más importante es continuar la vida ¿Porqué no la perrita?

4 comentarios:

Victor Hugo Medina Soares dijo...

Su prisa ya está quedándose en desespero, ¿no?

jajaj

¡texto muy divertido!

Pablo Gimenez dijo...

Vh,
Sí, en desespero. Pero estoy seguro que un día tu vas a comprender lo que pasa con este pobre perro.

Victor Hugo Medina Soares dijo...

Marco Tulio,

Te lo comprendí, hay momentos que las rutas de la vida se parecen desesperante, ¿verdad?

Y... ¡interesante interpretación, la que hiciste de mi cuento en mi blog!

Hasta luego

Elzimar dijo...

Uy!!! porbre Puf, perdón, Marco Tulio. Ah, tienes tantos sobrenombres que a veces hago un lío. Espero que tu dueño te encuentre pronto. Mientras tanto, que la pases bien.