martes, 23 de septiembre de 2008

“Cachorrés”

Cambio la dirección de mis ojos y miro algo que pasó atrás de mí. No es nada, sólo mi propia sombra. Gracioso, ahora me acordé de mi juguete predilecto cuando era un cachorro. Me gustaba muchísimo seguir mi propia cola, yo corría haciendo círculos. Yo me pensaba como un cazador primitivo, me sentía total. Lo mejor de la edad cachorra es la simplicidad, la falta de malicia, la inocencia. Pensamos como será nuestra vida en el futuro. Yo por ejemplo, pensaba que iba a ser un perro bombero, librar las personas – principalmente los niños – del peligro. Imaginaba también que sería estimado por todos, prinicpalmente por las hembras. No necesitaba más que algunos segundos para viajar a muchos años en el tiempo. Yo nací aca mismo, en Córdoba, pero en otra casa, viví allá con mi madre y mis hermanos por algunos días, hasta que Pablo me trajo para su casa. Todo era tan grande, largo e yo tênia miedo hasta de los gatos del piso 101. Pero en un mes ya estaba a ladrar para qualquer persona que llegaba en nuestra habitación. Ladraba un ratito, pues si la persona empezase a chascar los dedos yo, de pronto, empezaba a abanicar mi cola y sabía, ella quería jugar. Jugaba tanto que Pablo tenía que mandarme parar: “Parate Marco Tulio”. Yo tampoco comprendía que Marco Tulio era mi nombre. Entonces Pablo me agarraba en sus manos y me llevaba. Me gustaba también el calor, tanto de las manos de Pablo como de qualquier trapo. Creo que era porque cuando cachorro yo sentía demasiado frío, hasta mismo en los días calientes, temblaba de frío. Lo que sentía de frío, lo tomaba de leche. Mucho leche, hasta hoy no comprendo adonde iba tanta leche.
Hoy no soy tan juguetón, tampoco tomo leche e ya sé que no hay más tiempo para ser un perro bombero. Pero quizás mis cachorros lo sean. Como ya he dicho acá, decidí tener cachorros en los tres o cuatro meses siguientes, entonces esta semana quiero llevar a cabo este deseo. Buscaré la canicha del 201. Aunque ella denote certo desdén, yo sé que ella también quiere. Después les cuento todo.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Gustos

Hoy es domingo, me gusta mucho este día pues es el día en que Pablo y yo salimnos para pasear. No necesito usar collar, claro. Es obvio que no voy a salir por ahí mordiendo las personas. Pero Pablo no lo comprende y, una vez más pone el collar em mi cuello. Me molesta mucho. Seguimos por nuestra calle, 9 de Julio y agarramos a la derecha cerca de la carnecería. Allá hay un horno muy grande con muchos pollos dentro. Los hombres le llaman de “tele para Perros”. A mí me aburri mucho la costumbre de los hombres de pensar que nosotros solo pensamos en dormir, carne y hembras. Me gustan muchíssimo todas estas tres cosas, sin embargo un perro también es un ser conplejo, capaz de cuestionar su propia existencia. Ahora, en la calle Rodrigues Persa, empezamos a ir con paso acelerado. A mí me gusta mucho correr. Me gusta el viento, tengo la impresión que puedo agarrar todas las cosas pasando al mismo tiempo. Es incrible como una cosa tan sencilla produce placer de tal manera. Llegamos a la plaza Conlónla. Acá, Pablo desata mi collar. Normalmente él se queda sentado mientras yo salgo por la plaza. Pero hoy Mariana está aquí, conque, Pablo saca la camisa y hace ejercícios físicos. Es muy gracioso el comportamiento de Pablo cuando está cerca de Mariana, me divierte. Entonces me pongo a hacer algo que me gusta mucho, husmear y marcar territorio. Siento el olor de un perro conocido, Julio César. Miro alrededor y lo veo, lejos. Él también ya me há visto. En un ratito nos acercamos para charlarmos un poquito. Él vive por las calles, errante, sin ruta. Tiene tantos hijos que no puede contarlos, es seguro que va a morir en un rato, pero nosotros todos también. No me gusta salir por ahí cogendo todas las perras que yo encuentre. Pero me gusta mucho charla con Julio. Él conoces mucho acerca de las hembras, de los sitios peligrosos como los restaurantes chinos, de las calles en general. A veces, a mí me gusta huir por ahí solo, sín un hombre cerca, sientome libre. Pablo buscame, loco. Es gracioso verlo corriendo, desesperado. Me gusta tener alguién preocupado conmigo, me gusta salir solo, pero a mí me gusta mucho más volver a mi casa.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Autorretrato

Son 6:30 de la mañana. Estoy acá, me pongo a mirar mi reflejo en el cristal de la puerta. Veo una imagen retorcida, oscura. ¿Pero no lo son todas las que hacemos de nosotros mismos? Ni alto ni bajo, cola corta, pelo blanco enrizado, colmillos pequeños, un mamífero. Falta un rato para mi día de trabajo llegar al fin. Soy escolta nocturno, por la noche, un soldado. Pablo está dormido, despierta a las 7:00 y, antes de ducharse él saca un fármaco del botiquín y cuelga lo en mi boca. Es para controlar mi epilepsia, conque, un tarado. A mi no me aburrí los fármacos periódicos, resignado. Ahora voy a husmear la rendija bajo la puerta, puesto que en un ratito la caniche del 201 va a pasar. Ya puedo sentir su olor, hum! Ahora más fuerte, muy exquisito. Ladro, pero ella no contesta, chucha. En celo soy capaz de hacer cualquier cosa por una hembra, tengo la sangre latino en mis venas, un loco. Atravieso el cuarto, llego al pasillo, necesito agua. Trompico en la vasija, vierto el agua por el pasillo, perdido en el espacio, despistado. Voy a llamar Pablo, sigo a su dormitorio, ruedo alrededor de su cama, ladro, salto, me pongo a husmear sus pies, muerdo su sábana, la tiro... un cachorro, un niño.